Mi abuelita Emilita
Ella es mi abuelita Emilita, la mamá de mi mamá. Era una viejita muy dulce y cariñosa; se gastaba sus días haciendo artesanías de chicle, de esas que son típicas en Talpa de Allende, donde vivió toda su vida; recuerdo unos elotitos que hacía para rellenar las canastas de verduras, ¡eran tan realistas! que hasta se antojaba ponerles tantita crema y queso y empezar a mordisquearles de izquierda a derecha hasta acabar con ellos, como Dios manda, pero pues no, aunque parecieran reales eran solo para verse.
Cuando ella empezó a usar auxiliares auditivos yo era muy chica todavía, y lo único que recuerdo es a mi tío Juan Manuel renegando porque “pinches aparatos, tan caros y ni los usa”… No sé bien qué pasó, pero sí sé que nunca le sirvieron, ella le batalló con la comunicación hasta el último de sus días. Ir a visitarla dejó de ser divertido y empezó a ser fastidioso porque teníamos que gritarle todo para que nos pudiera entender. Era cansado para nosotros, pero no quiero ni imaginar lo triste que era para ella.
Ahora pienso en lo diferente que habría sido mi relación con mi abuelita si en aquel tiempo yo hubiera sabido lo que sé hoy, si yo hubiera sido la audióloga que soy hoy.
De entrada, la habría llevado al submarino amarillo para hacerle su audiometría, le habría puesto unos auxiliares auditivos adecuados, y me habría desvivido por programárselos a la perfección; le habría enseñado a mi tío Juan Manuel, que era quien vivía con ella, la cuidaba, y le tenía muchísima paciencia a ayudarle a ponérselos y limpiarlos todos los días.
Y seguro habrían habido quejas, porque siempre las hay; me imagino recibiendo la llamada de mi tío diciéndome que mi abuelita no estaba haciendo caso a mis instrucciones, que se los quitaba a media tarde, que se quejaba de muchos ruidos, que escuchaba pero no entendía. Y entonces yo le habría dicho que tuviera paciencia, porque hay 3 claves para que los auxiliares auditivos funcionen en las personas mayores:
Periodo de adaptación. En las personas mayores la audición se va perdiendo tan paulatinamente a lo largo de los años que se acostumbran a no escuchar. Entonces, si lentamente perdió la audición, lo sano es que lentamente la recupere; para eso es necesario que use los aparatos todo el día, aunque se escuche “rarito”, poco a poco el sonido toma el mismo color natural.
Programación “chingona” de los aparatos: usar auxiliares auditivos no es tan fácil como ir a comprar zapatos a una zapatería, la sordera requiere de un seguimiento médico para mejorar la experiencia de las personas. Lo que en el consultorio funciona no funciona en la calle porque son ambientes sonoros diferentes. Entonces hay que hacer citas de seguimiento para corregir las molestias.
Involucrar a la familia: la comunicación con las personas mayores requiere estrategias que son extremadamente sencillas y maravillosamente útiles:
• HABLAR LENTO. Así como cuando caminas al lado de una persona mayor caminas más despacio, también conviene bajar el ritmo al habla cuando estas conversando con una persona mayor. El procesamiento de la información se va haciendo lento con los años, esto se traduce en que “escuchan pero no entienden”. Si bajamos la velocidad al hablar, le facilitaremos mucho la vida porque podrá “seguir” la conversación.
• QUITAR EL RUIDO DE FONDO. Apagar la tv, quitar la música, quitar los ruidos de fondo. Esos ruidos funcionan como contaminación auditiva. Si eliminamos el ruido de fondo, la voz será una señal más limpia que podrá entender mejor.
• HABLARLE CERCA. Los auxiliares auditivos tienen un radio de acción de 3 metros máximo. No esperes que te escuche fuera de esa burbuja. Los auxiliares auditivos son una chingoneria, pero no hacen magia. Acércate, háblale de frente.
Mi abuelita murió con demencia senil, en el último año poco pudimos tener de la viejita güerita de ojo azul, tierna, cariñosa y refunfuñoncita a la vez; se fue a un mundo donde no la pudimos alcanzar, y ahora que sé que las personas que viven su vejez con sordera tienen muchísimas más probabilidades de desarrollar depresión y demencia, me pregunto si yo, siendo audióloga, habría podido influir en su destino para que sus últimos días fueran más bonitos.
Quien sabe.
Ella ya no está.